lunes, 1 de julio de 2013

Leyes fugaces

A Claudio, el protagonista de La borra del café, la novela que Mario Benedetti publicó en 1992, le gustaba observar el paso de la gente por la calle hasta el punto de que «tal visión panorámica –dice- llegó a convertirse, para mi inexperiente naturaleza, en un ejercicio apasionante». ¿Quién no ha disfrutado alguna vez mirando con atención y discreción a los demás, quién no se ha visto reflejado en ellos? Sin duda alguna, el examen atento de lo que ocurre a nuestro alrededor está en la base del conocimiento. Hay miradas curiosas, como la que describe el escritor uruguayo, que ayudan a adentrarse en los recovecos de la conducta humana. Y las hay filosóficas, matemáticas, científicas, artísticas, astronómicas, idealistas o prácticas, que han conformado en su conjunto  los cimientos de nuestro devenir histórico. En plena crisis, atisbamos con preocupación y con expectación las más tenues señales económicas, con la esperanza de que alguna de ellas sea por fin anticipo de recuperación. Con frecuencia, sin embargo, la observación se transforma en asombro, la contemplación en pasmo y la ilusión en escepticismo. Es lo que ocurre, por ejemplo, con la última reforma educativa. Es posible que la arrogancia haya llevado a Wert a pensar que España tiene por fin la ley de Educación que necesita. Pero una norma que nace sin consenso y que tiene enfrente a amplios sectores sociales y políticos está llamada a durar solo el tiempo que permanezca en el poder el partido que la ha aprobado. El ministro debería saberlo, a poco que analizara lo ocurrido hasta ahora.  
Heraldo de Aragón - 30/06/2013

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