A Claudio, el protagonista de La borra del café,
la novela que Mario Benedetti publicó en 1992, le gustaba observar el paso de
la gente por la calle hasta el punto de que «tal visión panorámica –dice- llegó
a convertirse, para mi inexperiente naturaleza, en un ejercicio apasionante».
¿Quién no ha disfrutado alguna vez mirando con atención y discreción a los
demás, quién no se ha visto reflejado en ellos? Sin duda alguna, el examen
atento de lo que ocurre a nuestro alrededor está en la base del conocimiento.
Hay miradas curiosas, como la que describe el escritor uruguayo, que ayudan a
adentrarse en los recovecos de la conducta humana. Y las hay filosóficas,
matemáticas, científicas, artísticas, astronómicas, idealistas o prácticas, que
han conformado en su conjunto los
cimientos de nuestro devenir histórico. En plena crisis, atisbamos con
preocupación y con expectación las más tenues señales económicas, con la
esperanza de que alguna de ellas sea por fin anticipo de recuperación. Con
frecuencia, sin embargo, la observación se transforma en asombro, la
contemplación en pasmo y la ilusión en escepticismo. Es lo que ocurre, por
ejemplo, con la última reforma educativa. Es posible que la arrogancia haya
llevado a Wert a pensar que España tiene por fin la ley de Educación que
necesita. Pero una norma que nace sin consenso y que tiene enfrente a amplios
sectores sociales y políticos está llamada a durar solo el tiempo que
permanezca en el poder el partido que la ha aprobado. El ministro debería
saberlo, a poco que analizara lo ocurrido hasta ahora.
Heraldo de Aragón - 30/06/2013
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