Ha cobrado fuerza mediática una teoría conspirativa según la
cual las últimas revelaciones del caso Bárcenas serían fruto de una conjunción
de intereses. Los del extesorero popular, por supuesto, que presiona para salir
de la cárcel y quiere vengarse de sus antiguos compañeros. Los que tendría un
sector del PP, encabezado por la incombustible Esperanza
Aguirre («limpiemos lo que está sucio», acaba de decir), para
tratar de conseguir ahora lo que no logró en el congreso de Valencia del año
2008: destronar a Rajoy. Y los de Pedro J. Ramírez, movido también por este
objetivo y por el de ejercer un poder político que iría más allá del que le
otorga su condición de director de un medio de comunicación. Es posible que
todos estos elementos hayan entrado en juego, pero como las acusaciones contra
el Partido Popular (que se ha financiado irregularmente durante los últimos 20
años y que Rajoy y otros dirigentes cobraron sobresueldos en negro) son muy
graves y verosímiles, aunque procedan de un preso, convendría aclarar lo que
ocurre. La ciudadanía doliente está harta en general y la corrupción sigue
siendo la segunda preocupación de los españoles tras el paro. Decía Bárcenas al
juez Ruz a propósito de la fortuna evadida que no le «gusta que el dinero esté
ocioso». El cinismo de la frase no oculta, más bien confirma, eso otro que
escribe Antonio Muñoz Molina en su ensayo ‘Todo lo que era sólido’. Que el
dinero «amedrenta y hechiza » y que «tiene el poder de comprarlo todo y de
transformarlo todo».
Heraldo de Aragón - 14/07/2013
Heraldo de Aragón - 14/07/2013
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