Como todo
el mundo sabe, Annette Schavan,
ministra alemana de Educación, dimitió en febrero pasado por copiar su tesis
doctoral años atrás. No es un caso aislado. La renuncia de la política germana
tiene que ver con una manera rigurosa de entender la moralidad en la vida
pública, de tal manera que aquella persona que no observa una conducta adecuada
en el desempeño de su cargo y hasta en su vida personal es conminada a
abandonar aquel. Ningún parecido con lo que ocurre en España. Aquí, no es solo la
corrupción la que socava los fundamentos del sistema y mina la confianza de los
ciudadanos en las instituciones, sino la ausencia de una respuesta adecuada por
parte de los partidos políticos, que protegen a sus miembros frente a cualquier
demanda externa de dimisión por muy justificada que esté. Resulta
descorazonador comprobar cómo los portavoces de los principales partidos
compiten a la hora de echarse en cara sus respectivas miserias y de qué manera
retuercen el debate acerca del momento en el que un político pillado en falta
debería dejar su puesto. O utilizan subterfugios como el empleado por Oriol
Pujol, el secretario general de Convergencia Democrática de Cataluña, que se ha
limitado a delegar funciones tras ser imputado por tráfico de influencias. En
general, los ciudadanos de este país han dejado de justificar los
comportamientos corruptos de los cargos públicos, como ocurría hasta hace poco
en muchas ocasiones. Ahora, solo falta que las conductas improcedentes sean
castigadas en las urnas.
Heraldo de Aragón - 24/3/2013
lunes, 25 de marzo de 2013
lunes, 18 de marzo de 2013
Hacia dónde vamos
El Partido Popular se ha sentido esta semana en la necesidad
de cerrar filas en torno a su secretaria general, María Dolores de Cospedal,
muy cuestionada por su gestión del caso Bárcenas. Malos tiempos para la imagen
de la formación que sustenta al Gobierno de la nación. No son mejores
para el principal partido de la oposición, inmerso en una retahíla de problemas
(Galicia, Ponferrada, Cataluña, José Blanco) que lastran su práctica política
hasta hacerla apenas creíble. Tal vez en tiempos de bonanza económica
pudiéramos permitirnos algunas distracciones, pero en medio de una depresión
sin precedentes, justo cuando el Estado del bienestar es laminado cada día sin
miramientos, cabe exigir mayor seriedad de quienes alternativamente rigen
nuestros destinos. Y capacidad para responder a una pregunta fundamental: hacia
dónde vamos. Dice el sociólogo brasileño Emir Sader que en América Latina ha
quedado demostrado que la austeridad como dogma no conduce a ninguna parte. Tratan
de imponernos la idea de que la política neoliberal auspiciada por Alemania,
basada en el equilibrio presupuestario por encima de cualquier otra
consideración, es la única vía posible para salir de la crisis. Sus resultados
no pueden ser más desoladores, porque aumenta el paro, crecen los
desequilibrios sociales y cada vez es mayor la brecha que separa a unas clases
sociales de otras. La alternativa, como afirma Sader, es poner el acento en la
igualdad social y en el crecimiento desde la redistribución de la riqueza.
Heraldo de Aragón - 17/3/2013
lunes, 11 de marzo de 2013
Los dos Chávez
A Hugo Chávez lo van a embalsamar y exhibir para siempre en un mausoleo
como se hizo antes en Rusia con Vladimir Lenin, en China con Mao Tse-Tung y en
Vietnam con Ho Chi Minh. A Chávez se le anda comparando estos días con Juan
Domingo Perón y Evita (también momificados, ¡qué manía!), porque su histriónica
manera de ser podría determinar la política venezolana durante los próximos
decenios, al igual que esta pareja ha condicionado la de Argentina. Claro
que se trata solo de una suposición, porque nadie es capaz de aventurar durante
cuánto tiempo sobrevivirá el chavismo, la revolución bolivariana, a su creador.
El mandatario fallecido deja una herencia contradictoria: una notable reducción
de las tasas de pobreza en el país, pero una sociedad dividida y una grave
situación económica que obligó en febrero pasado a una devaluación del bolívar
del 32 por ciento. El escritor colombiano Gabriel García Márquez trató de
arrojar alguna luz sobre su personalidad difícilmente repetible, en un artículo
que publicó en febrero de 1999 con el
título de ‘El enigma de los dos Chávez’. Aventuró entonces las paradojas de su carácter,
cuando descubrió en él a «dos hombres opuestos»: «Uno a quien la suerte
empedernida –escribió el premio nobel– le ofrecía la oportunidad de salvar a su
país. Y el otro, un ilusionista, que podía pasar a la historia como un déspota
más». A pesar de las decenas de delegaciones oficiales que el viernes asistieron
a su funeral, yo creo que Chávez era esto último, un autócrata bravucón.
Heraldo de Aragón - 10/3/2013
Heraldo de Aragón - 10/3/2013
lunes, 4 de marzo de 2013
Un golpe de suerte
Explicaba el otro día Ursula von der Leyen el «golpe de suerte» que tiene Alemania con los
inmigrantes cualificados que llegan procedentes del sur y del este de Europa. El
perfil de esa nueva inmigración «ayuda a nuestro país, lo rejuvenece y
lo hace más creativo e internacional», concluía la ministra de Trabajo en el
Gobierno de Angela Merkel. El grado de satisfacción de la política germana
debería ser equiparable con el de preocupación de los dirigentes españoles, no
por el hecho de que nuestros jóvenes se abran al mundo y se hagan un hueco
profesional en él, lo que está muy bien, sino porque su marcha representa para
nosotros la pérdida de los mismos valores que destacaba la señora Leyen : contribución
al desarrollo nacional, relevo generacional e innovación. Estos nuevos
profesionales ayudan con su esfuerzo y sus conocimientos a mejorar la calidad
de las empresas europeas o a elevar el nivel de la investigación científica y
técnica en el continente. Y refutan con su trabajo bien hecho la fama de
displicentes y vagos que se nos atribuye a los españoles. Nuestro fracaso como
nación estriba en que no les hayamos dado la oportunidad de elegir entre
quedarse o emigrar y en que, a la recíproca, otros talentos de fuera no vean a
España como un país de oportunidades. Ambas circunstancias apuntan con el dedo a
la responsabilidad directa de las élites políticas, empresariales y sindicales,
que son incapaces de afanarse de común acuerdo en la ardua tarea de liderar la
salida de la crisis.
Heraldo de Aragón - 3/3/2013
Heraldo de Aragón - 3/3/2013
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