lunes, 4 de marzo de 2013

Un golpe de suerte

Explicaba el otro día Ursula von der Leyen el «golpe de suerte» que tiene Alemania con los inmigrantes cualificados que llegan procedentes del sur y del este de Europa. El perfil de esa nueva inmigración «ayuda a nuestro país, lo rejuvenece y lo hace más creativo e internacional», concluía la ministra de Trabajo en el Gobierno de Angela Merkel. El grado de satisfacción de la política germana debería ser equiparable con el de preocupación de los dirigentes españoles, no por el hecho de que nuestros jóvenes se abran al mundo y se hagan un hueco profesional en él, lo que está muy bien, sino porque su marcha representa para nosotros la pérdida de los mismos valores que destacaba la señora Leyen: contribución al desarrollo nacional, relevo generacional e innovación. Estos nuevos profesionales ayudan con su esfuerzo y sus conocimientos a mejorar la calidad de las empresas europeas o a elevar el nivel de la investigación científica y técnica en el continente. Y refutan con su trabajo bien hecho la fama de displicentes y vagos que se nos atribuye a los españoles. Nuestro fracaso como nación estriba en que no les hayamos dado la oportunidad de elegir entre quedarse o emigrar y en que, a la recíproca, otros talentos de fuera no vean a España como un país de oportunidades. Ambas circunstancias apuntan con el dedo a la responsabilidad directa de las élites políticas, empresariales y sindicales, que son incapaces de afanarse de común acuerdo en la ardua tarea de liderar la salida de la crisis. 
Heraldo de Aragón - 3/3/2013   

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