lunes, 26 de agosto de 2013

Una sociedad segura


No es necesario ser un experto en derecho para llegar a la conclusión de que el auto del magistrado que investiga el accidente del tren Alvia que costó la vida a 79 personas en julio pasado está cargado de sentido común, esa capacidad de discernimiento que tanto escasea entre nosotros. Como todo el mundo sabe, el juez Luis Aláez considera que la causa esencial de aquel terrible descarrilamiento fue la conducción inadecuada del maquinista por exceso de velocidad. Sin embargo, vincula también la catástrofe a la falta de medidas de seguridad preventivas en el tramo donde se produjo la catástrofe y a la «conducta imprudente de las personas responsables de garantizar una circulación segura» en la zona indicada. Ignoro en qué se sustanciará finalmente la «imprudencia punible» que, de manera preliminar se achaca al ADIF, pero consuela comprobar que también en sede judicial hay quien va más allá de la actuación a todas luces imprudente del desafortunado maquinista. Después de todo, ¿qué clase de seguridad sería la que nos garantizan los servicios ferroviarios de este país si en curvas como la de A Grandeira la vida de las miles de personas que pasan por ellas quedara supeditada exclusivamente al albur de un fallo humano? Antes de la crisis tal posibilidad nos hubiera parecido inadmisible e impropia de una sociedad moderna y democrática. Así debería ser ahora también. No dejemos que la depresión, que tantas cosas se ha llevado, nos arrebate nuestro derecho a vivir en una sociedad fiable y avanzada.        
Heraldo de Aragón - 25/08/2013

lunes, 19 de agosto de 2013

Atardecer de agosto


Sentado a la fresca del atardecer en cualquier lugar del solar patrio, en una terraza frente al mar o tal vez en la plaza ensimismada de un pueblo, en amena conversación con los amigos y con una cerveza en la mano, el tiempo transcurre despacio, avanza con la parsimonia que nutre las cosas que merecen la pena. Parece, esta vez sí, que el mundo es redondo y calmo y que tiene la serena placidez de la época de la inocencia si es que esta ha existido alguna vez. El puente de agosto es esta quietud que nace de la despreocupación de las vacaciones de verano, de los días de asueto, como si las noticias que publican los periódicos o las historias que cuentan los informativos de la televisión fueran un mal sueño, una pesadilla tan enojosa e impertinente como pasajera. Y sin embargo, hay una realidad machacona y desagradable que convive con nuestras charlas apacibles, con nuestros paseos matutinos y las sobremesas de café y guiñote o de hamaca y siesta. Hay un mundo que se resquebraja en Egipto poniendo fin, de manera sangrienta, a las esperanzas democratizadoras que había despertado la Primavera Árabe. Y hay un mundo cercano y farsante que se nutre de historias viejas como esa que rodea el caso Bárcenas y la financiación presuntamente ilegal del PP, o la otra, más próxima todavía, que llena de dudas y de sombras el futuro de Plaza, la plataforma logística en la que tantas esperanzas ha puesto Aragón. Y es que hasta al sopor dulce de los crepúsculos del estío llega el hedor insoportable de las miserias humanas.       
Heraldo de Aragón - 18/08/2013

lunes, 12 de agosto de 2013

Salarios


A bote pronto, es difícil aventurar hacia donde camina el mundo (ese  ascenso de los países del Sur que explicaba no hace mucho un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) ni las consecuencias últimas de los cambios en la estructura del poder económico mundial. Pero, incluso desde el rincón más alejado de los centros donde se sustancia ese poder, se puede intuir que la incapacidad del Norte para dar respuesta adecuada a la ruina económica tiene mucho que ver con su pérdida creciente de influencia planetaria, con el cambio de polaridad que tantos vaticinan. Después de largo tiempo, la persistencia de la crisis solo puede entenderse por la falta de acierto en las políticas que tratan de sacarnos del pozo. El FMI, que en junio pasado lamentaba el excesivo impacto de los programas de austeridad en el bienestar de los ciudadanos, da uno de sus conocidos bandazos y propone ahondar en la herida con una rebaja cierta de salarios, otra más, a cambio de una hipotética creación de empleo. La Comisión Europea, por boca de su vicepresidente económico, el finlandés Olli Rehn, se ha apresurado a aplaudir una medida que volvería a cargar los efectos de la recesión sobre las espaldas de las empobrecidas clases medias. Causa frustración que Europa tan solo haga planes testimoniales de estímulo al crecimiento y es muy lacerante que los ajustes, que tanto sufrimiento provocan, sean ideados por tipos que cobran abultados salarios y ven la riada desde sus despachos. Cómodamente resguardados en ellos.   
Heraldo de Aragón - 11/08/2013

lunes, 5 de agosto de 2013

Pobre resultado

Toda la responsabilidad política derivada del caso Bárcenas puede resumirse en dos de las frases solemnes que Rajoy pronunció el jueves. Una, sorprendente por inesperada en su primera parte: «Cometí el error de creer a un falso inocente, pero no el delito de encubrir a un presunto culpable». Y otra, rotundamente previsible: «No voy a dimitir y no voy a convocar elecciones anticipadas». En esto se sustancia uno de los casos de corrupción más sonados de la vida política española. Rajoy acudió al debate del Congreso en el Senado movido por dos urgencias: la de hacer frente a los daños que este escándalo causa a la imagen exterior de España en plena lucha por salir de la recesión y la de devolver la calma a su partido, muy tocado por las revelaciones de Bárcenas, especialmente por la historia de los SMS. El empuje parlamentario del presidente ha servido, al parecer, para conseguir este último objetivo, pero ninguna de las dudas que existían antes han quedado despejadas: se mantienen las mismas sospechas sobre la financiación ilegal del Partido Popular durante las dos últimas décadas y sobre el cobro de sobresueldos en negro por parte de destacados dirigentes populares, incluido el propio Rajoy a pesar de su rotundo desmentido. Lamentablemente, el debate ha confirmado la ruptura de relaciones entre el PP y el PSOE cuando más falta hacen los pactos y ha dejado flotando en el aire la idea profundamente desestabilizadora de que la corrupción política no tiene remedio en este país.  
Heraldo de Aragón - 04/08/2013