lunes, 24 de junio de 2013

Cuentos beodos

Llevan un rato toreando a los coches que pasan por la carretera. La mayoría son menores de edad. Han salido a la puerta del bar con sus vasos de calimocho o de cubalibre. Algunos los esconden en la espalda cuando pasan parientes o amigos de los padres, que están cerca, sentados en la terraza de otro bar a la fresca de una noche de verano. Los chavales volverán a casa de día. Cuando se levanten de la cama, los adultos sestearán ya en el sofá delante del televisor. Tampoco comerá con la familia la muchacha que se recupera de un coma etílico en las urgencias del hospital, a donde ha sido llevada a medianoche por los amigos. El padre, que tiene un trabajo nocturno, no se enterará de lo ocurrido porque la madre prefiere evitar la escandalera. En el año 2012, los hospitales aragoneses atendieron 906 intoxicaciones agudas por alcohol. En 175 ocasiones, las personas asistidas eran menores. El tipo que empuja el carro de supermercado cargado con un tanque de vino apenas se tiene en pie. Participa en el desfile de las fiestas del Pilar y lo rodean compañeros que llenan continuamente sus vasos en el improvisado depósito. Desde la acera, un hombre se inclina sobre su hijo, le dice algo al oído, señala la escena y ríe abiertamente. Son historias verdaderas. La DGA prepara una normativa para impedir la entrada de menores a los grandes espectáculos en los que se distribuyan bebidas alcohólicas. Se habla mucho de prohibición y poco de prevención y educación, en una sociedad en la que incluso el consumo desaforado de alcohol es visto con enorme comprensión. 
Heraldo de Aragón - 23/06/2013

lunes, 17 de junio de 2013

Culpas ajenas

El cierre de la radiotelevisión pública en Grecia me ha recordado el reciente informe del Fondo Monetario Internacional sobre la forma en que se materializó el primer rescate de ese país en el año 2010. Como se sabe, el FMI ha reconocido que se subestimó el impacto que las políticas de austeridad han tenido en el bienestar de los ciudadanos. Con independencia del debate sobre el papel que los medios audiovisuales públicos desempeñan en las democracias europeas, lo ocurrido estos días en Grecia es un síntoma más del sistemático desmantelamiento del nivel de vida colectivo y de la continua inmolación de las clases medias en la pira del sacrificio de unas políticas económicas basadas en el ajuste permanente y no en el fomento del crecimiento. Una vez socializada la culpa de la crisis, hacer lo mismo con sus efectos era cuestión de tiempo. Ahí están el deterioro del sistema público de salud y el de los servicios sociales y la pérdida de calidad de la enseñanza; o el incremento de las cifras del paro y la falta de un futuro para muchos de nuestros jóvenes. Y ahí están, también, las amenazas que penden sobre nuestras pensiones, como nos acaban de explicar unos expertos elegidos por el Gobierno para la ocasión. Pero la culpa no es del ciudadano. «La cuestión –escribía hace poco Joaquín Estefanía– es qué tipo de responsabilidades adquieren los políticos, los tecnócratas y los científicos sociales que les acompañan intelectualmente en sus decisiones, cuando sus equivocaciones generan tanto sufrimiento a la gente». 
Heraldo de Aragón - 16/06/2013

lunes, 10 de junio de 2013

Aguas duplicadas

Nada menos que 2.500 años después de que Heráclito dijera aquello de que en los mismos ríos entramos y no entramos, somos y no somos, viene el presidente del Real Zaragoza a desmontar la idea del todo fluye que se atribuye al filósofo griego: hace tiempo que el club aragonés remoja sus vergüenzas, una y otra vez, en las aguas permanentemente repetidas de la mediocridad. El diagnóstico de lo que le ocurre a la vieja sociedad deportiva está hecho y es, como se sabe, desolador, puesto que en unas pocas temporadas Agapito Iglesias ha laminado el prestigio institucional del club, lo ha lastrado con una deuda cercana a los cien millones de euros, ha terminado con cualquier atisbo de proyecto deportivo, ha convertido la cantera en un erial y ha provocado una profunda decepción colectiva en los miles y miles de seguidores que ven en el fútbol algo más que un juego y en el Zaragoza algo más que un club. Con independencia de su función adormidera, los triunfos deportivos provocan sentimientos generalizados de autoestima, porque son la representación de todo aquello que, en medio de una lacerante crisis económica, nos falta: modernidad, dinamismo, competitividad, éxito. No recuerdo quién dijo que el hombre no es otra cosa que lo que él mismo se hace. El Zaragoza es hoy una realidad construida a imagen y semejanza de su presidente, de manera que no cabe esperar que se produzcan cambios sustanciales en su trayectoria mientras su  propietario no se vaya. Claro que ¿dónde están los recursos económicos para hacer esto posible?  
Heraldo de Aragón - 09/06/2013

lunes, 3 de junio de 2013

Renovación

A propósito de la efímera y polémica irrupción pública, en estos días pasados, de dos viejas glorias de la política española (José María Aznar y Alfonso Guerra), se echa de menos en sus manifestaciones una sincera reflexión sobre la calidad de nuestro sistema democrático. Claro que, seguramente, es como pedir peras al olmo el pretender que hagan un análisis sereno acerca de la regeneración de la política quienes tan pagados están de sí mismos. Y sin embargo, la renovación que tantos ciudadanos demandan es hoy más necesaria que nunca, porque sobre el sistema penden amenazas que nacen de sus propias debilidades (la crisis de los partidos es una de ellas) y de su incapacidad para articular una respuesta adecuada al tsunami económico y a la consiguiente quiebra social. Soy incapaz de predecir el éxito que aguarda a quienes preconizan un cambio sustancial en las organizaciones políticas y a los movimientos partidarios de otro sistema. Pero estoy con Fernando Savater cuando defiende que deberían existir en la política misma «razones para tener por bueno a quien busca según sus luces el acuerdo con otros y el bien común» y no su lucro personal. Es esto último, el medro particular, lo que la ciudadanía reprocha en general a los políticos y lo que los sitúa en la diana de sus críticas más aceradas. Incluso cuando protagonizan gestos tan desafortunados como ese de subvencionarse sus consumiciones en el bar del Congreso con fondos públicos, al tiempo que debaten, pongo por caso, otra vuelta de tuerca a las depauperadas economías domésticas.
Heraldo de Aragón - 02/06/2013