Heraldo de Aragón - 23/06/2013
lunes, 24 de junio de 2013
Cuentos beodos
Llevan un
rato toreando a los coches que pasan por la carretera. La
mayoría son menores de edad. Han salido a la puerta del bar con sus vasos de
calimocho o de cubalibre. Algunos los esconden en la espalda cuando pasan
parientes o amigos de los padres, que están cerca, sentados en la terraza de
otro bar a la fresca de una noche de verano. Los chavales volverán a casa de
día. Cuando se levanten de la cama, los adultos sestearán ya en el sofá delante
del televisor. Tampoco comerá con la familia la muchacha que se recupera de un
coma etílico en las urgencias del hospital, a donde ha sido llevada a
medianoche por los amigos. El padre, que tiene un trabajo nocturno, no se
enterará de lo ocurrido porque la madre prefiere evitar la escandalera. En el
año 2012, los hospitales aragoneses atendieron 906 intoxicaciones agudas por
alcohol. En 175 ocasiones, las personas asistidas eran menores. El tipo que empuja
el carro de supermercado cargado con un tanque de vino apenas se tiene en pie.
Participa en el desfile de las fiestas del Pilar y lo rodean compañeros que
llenan continuamente sus vasos en el improvisado depósito. Desde la acera, un hombre
se inclina sobre su hijo, le dice algo al oído, señala la escena y ríe
abiertamente. Son historias verdaderas. La DGA prepara una normativa para
impedir la entrada de menores a los grandes espectáculos en los que se
distribuyan bebidas alcohólicas. Se habla mucho de prohibición y poco de
prevención y educación, en una sociedad en la que incluso el consumo desaforado
de alcohol es visto con enorme comprensión.
Heraldo de Aragón - 23/06/2013
Heraldo de Aragón - 23/06/2013
lunes, 17 de junio de 2013
Culpas ajenas
El cierre de la radiotelevisión pública en Grecia me ha recordado
el reciente informe del Fondo Monetario Internacional sobre la forma en que se
materializó el primer rescate de ese país en el año 2010. Como se sabe, el FMI
ha reconocido que se subestimó el impacto que las políticas de austeridad han
tenido en el bienestar de los ciudadanos. Con independencia del debate sobre el
papel que los medios audiovisuales públicos desempeñan en las democracias
europeas, lo ocurrido estos días en Grecia es un síntoma más del sistemático
desmantelamiento del nivel de vida colectivo y de la continua inmolación de las
clases medias en la pira del sacrificio de unas políticas económicas basadas en
el ajuste permanente y no en el fomento del crecimiento. Una vez socializada la
culpa de la crisis, hacer lo mismo con sus efectos era cuestión de tiempo. Ahí
están el deterioro del sistema público de salud y el de los servicios sociales
y la pérdida de calidad de la enseñanza; o el incremento de las cifras del paro
y la falta de un futuro para muchos de nuestros jóvenes. Y ahí están, también,
las amenazas que penden sobre nuestras pensiones, como nos acaban de explicar
unos expertos elegidos por el Gobierno para la ocasión. Pero la
culpa no es del ciudadano. «La cuestión –escribía hace poco Joaquín Estefanía– es
qué tipo de responsabilidades adquieren los políticos, los tecnócratas y los
científicos sociales que les acompañan intelectualmente en sus decisiones,
cuando sus equivocaciones generan tanto sufrimiento a la gente».
Heraldo de Aragón - 16/06/2013
Heraldo de Aragón - 16/06/2013
lunes, 10 de junio de 2013
Aguas duplicadas
Nada menos que 2.500 años después de que Heráclito dijera
aquello de que en los mismos ríos entramos y no entramos, somos y no somos,
viene el presidente del Real Zaragoza a desmontar la idea del todo fluye que se
atribuye al filósofo griego: hace tiempo que el club aragonés remoja sus
vergüenzas, una y otra vez, en las aguas permanentemente repetidas de la mediocridad. El
diagnóstico de lo que le ocurre a la vieja sociedad deportiva está hecho y es,
como se sabe, desolador, puesto que en unas pocas temporadas Agapito Iglesias
ha laminado el prestigio institucional del club, lo ha lastrado con una deuda
cercana a los cien millones de euros, ha terminado con cualquier atisbo de
proyecto deportivo, ha convertido la cantera en un erial y ha provocado una
profunda decepción colectiva en los miles y miles de seguidores que ven en el
fútbol algo más que un juego y en el Zaragoza algo más que un club. Con
independencia de su función adormidera, los triunfos deportivos provocan
sentimientos generalizados de autoestima, porque son la representación de todo
aquello que, en medio de una lacerante crisis económica, nos falta: modernidad,
dinamismo, competitividad, éxito. No recuerdo quién dijo que el hombre no es
otra cosa que lo que él mismo se hace. El Zaragoza es hoy una realidad
construida a imagen y semejanza de su presidente, de manera que no cabe esperar
que se produzcan cambios sustanciales en su trayectoria mientras su propietario no se vaya. Claro que ¿dónde
están los recursos económicos para hacer esto posible?
Heraldo de Aragón - 09/06/2013
Heraldo de Aragón - 09/06/2013
lunes, 3 de junio de 2013
Renovación
A
propósito de la efímera y polémica irrupción pública, en estos días pasados, de
dos viejas glorias de la política española (José María Aznar y Alfonso Guerra),
se echa de menos en sus manifestaciones una sincera reflexión sobre la calidad
de nuestro sistema democrático. Claro que, seguramente, es como pedir peras al
olmo el pretender que hagan un análisis sereno acerca de la regeneración de la
política quienes tan pagados están de sí mismos. Y sin embargo, la renovación que
tantos ciudadanos demandan es hoy más necesaria que nunca, porque sobre el
sistema penden amenazas que nacen de sus propias debilidades (la crisis de los
partidos es una de ellas) y de su incapacidad para articular una respuesta
adecuada al tsunami económico y a la consiguiente quiebra social. Soy incapaz
de predecir el éxito que aguarda a quienes preconizan un cambio sustancial en
las organizaciones políticas y a los movimientos partidarios de otro sistema.
Pero estoy con Fernando Savater cuando defiende que deberían existir en la política
misma «razones para tener por bueno a quien busca según sus luces el acuerdo
con otros y el bien común» y no su lucro personal. Es esto último, el medro
particular, lo que la ciudadanía reprocha en general a los políticos y lo que
los sitúa en la diana de sus críticas más aceradas. Incluso cuando protagonizan
gestos tan desafortunados como ese de subvencionarse sus consumiciones en el
bar del Congreso con fondos públicos, al tiempo que debaten, pongo por caso,
otra vuelta de tuerca a las depauperadas economías domésticas.
Heraldo de Aragón - 02/06/2013
Heraldo de Aragón - 02/06/2013
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