lunes, 3 de junio de 2013

Renovación

A propósito de la efímera y polémica irrupción pública, en estos días pasados, de dos viejas glorias de la política española (José María Aznar y Alfonso Guerra), se echa de menos en sus manifestaciones una sincera reflexión sobre la calidad de nuestro sistema democrático. Claro que, seguramente, es como pedir peras al olmo el pretender que hagan un análisis sereno acerca de la regeneración de la política quienes tan pagados están de sí mismos. Y sin embargo, la renovación que tantos ciudadanos demandan es hoy más necesaria que nunca, porque sobre el sistema penden amenazas que nacen de sus propias debilidades (la crisis de los partidos es una de ellas) y de su incapacidad para articular una respuesta adecuada al tsunami económico y a la consiguiente quiebra social. Soy incapaz de predecir el éxito que aguarda a quienes preconizan un cambio sustancial en las organizaciones políticas y a los movimientos partidarios de otro sistema. Pero estoy con Fernando Savater cuando defiende que deberían existir en la política misma «razones para tener por bueno a quien busca según sus luces el acuerdo con otros y el bien común» y no su lucro personal. Es esto último, el medro particular, lo que la ciudadanía reprocha en general a los políticos y lo que los sitúa en la diana de sus críticas más aceradas. Incluso cuando protagonizan gestos tan desafortunados como ese de subvencionarse sus consumiciones en el bar del Congreso con fondos públicos, al tiempo que debaten, pongo por caso, otra vuelta de tuerca a las depauperadas economías domésticas.
Heraldo de Aragón - 02/06/2013

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