El cierre de la radiotelevisión pública en Grecia me ha recordado
el reciente informe del Fondo Monetario Internacional sobre la forma en que se
materializó el primer rescate de ese país en el año 2010. Como se sabe, el FMI
ha reconocido que se subestimó el impacto que las políticas de austeridad han
tenido en el bienestar de los ciudadanos. Con independencia del debate sobre el
papel que los medios audiovisuales públicos desempeñan en las democracias
europeas, lo ocurrido estos días en Grecia es un síntoma más del sistemático
desmantelamiento del nivel de vida colectivo y de la continua inmolación de las
clases medias en la pira del sacrificio de unas políticas económicas basadas en
el ajuste permanente y no en el fomento del crecimiento. Una vez socializada la
culpa de la crisis, hacer lo mismo con sus efectos era cuestión de tiempo. Ahí
están el deterioro del sistema público de salud y el de los servicios sociales
y la pérdida de calidad de la enseñanza; o el incremento de las cifras del paro
y la falta de un futuro para muchos de nuestros jóvenes. Y ahí están, también,
las amenazas que penden sobre nuestras pensiones, como nos acaban de explicar
unos expertos elegidos por el Gobierno para la ocasión. Pero la
culpa no es del ciudadano. «La cuestión –escribía hace poco Joaquín Estefanía– es
qué tipo de responsabilidades adquieren los políticos, los tecnócratas y los
científicos sociales que les acompañan intelectualmente en sus decisiones,
cuando sus equivocaciones generan tanto sufrimiento a la gente».
Heraldo de Aragón - 16/06/2013
Heraldo de Aragón - 16/06/2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario