lunes, 16 de septiembre de 2013

La salida del laberinto

Escribía esta semana el periodista José Antonio Zarzalejos que la estrategia ­del Gobierno y de los partidos no nacionalistas ha consistido únicamente en creer que las contradicciones internas del nacionalismo catalán acabarían con la reclamación independentista. En efecto, llama poderosamente la atención que ni siquiera durante el último año, cuando ha resultado más evidente el cariz que tomaban los acontecimientos,  se haya planteado ninguna acción política digna de tal nombre para contrarrestar el ya viejo cúmulo de falsedades históricas y económicas en las que se ha sustentado el fuerte crecimiento del secesionismo en la vecina comunidad autónoma. La mayoría silenciosa de la que hablaba el otro día la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría agradecería a buen seguro que se explicitaran adecuadamente los argumentos que existen en favor del unionismo, de la permanencia de Cataluña en España. Por acción de unos y omisión de otros, la deriva independentista se ha convertido en un problema político de primera magnitud, porque ha polarizado a la sociedad catalana, porque genera tensiones imprevisibles con el resto de los territorios y porque dirige las demandas de quienes se manifestaron el día once hacia un callejón de muy difícil salida: ¿de verdad cree alguien que es posible un referéndum –y no hablo únicamente de su inconstitucionalidad– en el que solo una pequeña parte de los españoles decida el futuro de todos ellos?  Más nos valdría buscar una rápida y razonable salida del laberinto.
Heraldo de Aragón - 15/09/2013

lunes, 9 de septiembre de 2013

A vueltas con las palabras

O sea que septiembre no son solo los días suaves en los que la dureza del sol estival o se aplaca en atardeceres dorados de chaqueta y paseos plácidos o se diluye en tormentas que alejan definitivamente el calor del verano. Septiembre ya no es únicamente aquel bullicio amable de la vuelta al colegio de los tiempos felices, sino este agobio de las familias con dificultades económicas para pagar los libros de sus hijos o el comedor escolar y la incertidumbre de los maestros sin plaza que revisan las listas semanales de vacantes en busca de un puesto de trabajo que no siempre llega. Septiembre es también la matraca de todas las palabras lacerantes  que alguien trató de disipar en el sopor de agosto, pero que rebrotan con fuerza porque siempre han estado allí –paro, crisis, corrupción, desigualdad–, o porque regresan de pronto como fantasmas del pasado: retornan los rumores de un nuevo rescate a Grecia, el tercero, y a propósito de las matanzas en Siria oímos hablar del gas sarín, de la Guerra Fría y del declive de Europa y de las Naciones Unidas. Dice Mario Benedetti que «la palabra es tan libre que da pánico» y añade que puesto que «besa y muerde mejor la devolvemos al futuro». Hagámoslo, pues, y cuando lleguemos a ese porvenir que nos aguarda tal vez la palabra que hiere esté ya domesticada. A ver si hay suerte y todas esos verbos que hoy nos nublan la vista se han transformado en voces de prudencia, de calma y de esperanza. Después de todo, tenemos derecho a soñar con un mañana mejor.
Heraldo de Aragón - 08/09/2013

lunes, 2 de septiembre de 2013

Luces y sombras


Entre los muchos atractivos que atesora la ciudad de Jaca uno de los más sobresalientes es el Museo Diocesano, en la catedral de San Pedro, que alberga una de las más bellas colecciones de pintura románica de Europa y otras destacadas muestras de arte medieval. Un recorrido por las salas de ese centro, que justifica por sí solo una visita a la capital de la Jacetania y que está dirigido por Belén Luque, llevará al viajero hasta un pasado remoto que alumbró el primer estilo artístico europeo. Al mismo tiempo, le permitirá sumergirse en una parte de la vida cotidiana de nuestros antepasados. Citaré tres piezas: los frescos de la sala Bagüés, la verja de la ermita de Iguazel y el capitel del Rey David y los Músicos, un delicioso ejemplo de la rica colección de capiteles que atesoran las naves de la seo jaquesa. El Museo Diocesano forma parte destacada de lo que podríamos denominar las luces de nuestro patrimonio histórico y cultural, porque su existencia es fruto de una serie de decisiones que, tomadas a tiempo, salvaron de la destrucción unos cuantos conjuntos murales. Pero también existen sombras: las que arrojan otros cuando retienen obras que no les pertenecen, como hace Cataluña con los bienes religiosos del Aragón oriental, y las que proyectamos nosotros mismos, cuando no prestamos a nuestro patrimonio la atención que se merece. Ya que hablamos del  románico, citaré la extraordinaria portada sur de la iglesia de Santa María de Uncastillo, cuyo estado de conservación reclama una atención urgente.  
Heraldo de Aragón - 01/09/2013