lunes, 29 de abril de 2013

Convivencia

Es una obviedad que los puestos de responsabilidad política nublan en ocasiones la vista de quienes los ocupan, impidiéndoles ver la realidad. Que se lo digan si no al vicesecretario general de Organización del PP, Carlos Floriano, quien clamaba el otro día para que los malos datos del desempleo (esos 6.202.700 parados de la EPA) no nos impidan ver los buenos resultados de la política económica del Gobierno. A Floriano le desmintió el Ejecutivo este último viernes, al admitir un panorama económico peor del previsto. Tampoco Luisa Fernanda Rudi ha estado muy acertada. Releo su discurso del día de San Jorge y siento que ha echado una buena reprimenda a los aragoneses, que hay en sus palabras una censura indiscriminada contra quienes no comparten sus políticas de recortes.  Soy partidario como ella de defender las instituciones que entre todos nos hemos dado, pero cuando afirma que «nuestro sentido de comunidad se está resintiendo como consecuencia  de esta profunda e inacabable crisis que padecemos», no veo en lo que dice ni el menor atisbo de autocrítica. Nada hay más desmoralizador y disolvente que la injusticia. Es comprensible que los ciudadanos que a duras penas llegan a final de mes y los que subsisten con recursos de miseria acaben por sentirse excluidos del sistema. No son ellos los que ponen en peligro la convivencia. Esta se deteriora en la misma medida en que la brecha social se agiganta, impelida por un programa económico que se ha olvidado de estimular el crecimiento. Que ha dejado de lado a las personas.
Heraldo de Aragón - 28/04/2013

lunes, 22 de abril de 2013

Un tipo reincidente

El italiano Mario Draghi es un tipo condenado a resultar siempre antipático, especialmente a las clases medias y bajas de los países periféricos de la eurozona, España entre ellos. El presidente del Banco Central Europeo tiene tres obsesiones, cuando menos. La primera es que a las economías con problemas hay que exigirles rigor en la aplicación de los ajustes. La segunda, que es preciso mostrar contundencia en las sanciones a los países con déficits excesivos. Y la tercera, que no hay que ceder un ápice cuando se trata de reducir el salario de los trabajadores. Draghi no ceja en su empeño de reclamar la disminución de los costes laborales, incluido el salario mínimo interprofesional, que le parece excesivo. Lo repite como un mantra, desde su torre de marfil y desde la seguridad que proporciona un sueldo superior a los 374.000 euros anuales a salvo de peligros. La última vez que se ha referido a la «rigidez» de los salarios ha sido esta misma semana. Debería explicar lo de la austeridad a los más de cien mil ciudadanos aragoneses que sobreviven con menos de 250 euros al mes, según acaba de denunciar Cáritas, que recuerda una evidencia: la pobreza se extiende cada día más y se cronifica. La ortodoxia liberal a toda costa tiene estos riesgos, claro: pone en graves dificultades a amplios sectores sociales y empeora la recesión económica contra la que otra vez se piden más sacrificios. Desde el FMI, Lagarde, que el martes nos vaticinó un negro futuro, es partidaria de suavizar los recortes para no agravar la situación.
Heraldo de Aragón - 21/04/2013

lunes, 15 de abril de 2013

Herencias

En vísperas de los funerales de Estado que se celebrarán el miércoles en Londres, y puestos a analizar el legado de Margaret Thatcher, estoy con la minoría del 34% de los británicos que creen, según una encuesta publicada por ‘The Guardian’, que no fue una buena dirigente política. El tatcherismo ha trascendido los once años de gobierno de la Dama de Hierro y ha impreso una huella ideológica profunda, que puede rastrearse hoy en las políticas neoliberales, tan florecientes. Es cierto que Thatcher sacó a su país de la parálisis económica en que se hallaba inmerso, pero lo hizo a costa de dividirlo, de generar profundas brechas sociales y de laminar servicios públicos que deben estar en la base del Estado del bienestar. Exactamente lo mismo que hacen ahora las élites políticas europeas, con la excusa de acabar con la recesión, y cuyos resultados se traducen en un progresivo empobrecimiento de las clases medias y bajas del Viejo Continente. La filosofía política que inspiró algunas de sus más conocidas actuaciones –aquella polémica «poll tax», la reforma fiscal que pretendía gravar las rentas más bajas y que generó disturbios en 1990– ha vuelto, traída en volandas por la globalización, para quedarse durante mucho tiempo. El periodista Joaquín Estefanía ha hablado esta semana en Zaragoza de la economía del sufrimiento. En ello estamos. Por eso, frente a los valores que representaba Thatcher, me quedó con el humanismo que defendió José Luis Sampedro, fallecido también el pasado lunes.
Heraldo de Aragón - 14/04/2013 
      

lunes, 8 de abril de 2013

Tesoros culturales

Frente a intervenciones de mérito en la preservación del patrimonio histórico y artístico, las instituciones protagonizan episodios de desidia merecedores de la más rotunda crítica. Basta citar algunos casos: la antigua Escuela de Artes en la plaza de los Sitios, el teatro Fleta, la iglesia de San Miguel de Otal, las pinturas de Coello en la Mantería, el yacimiento neolítico de la cueva de Chaves o el rechazo del Gobierno regional a aceptar algunos fondos privados de arte de notable calidad. Es el caso de la colección «De pictura», que bien podría nutrir las desangeladas salas del museo Pablo Serrano, ese pomposo Instituto Aragonés de Arte Contemporáneo que apenas tiene visitantes. Cuando estas cosas ocurren, la historia y el patrimonio dejan de ser motivo de orgullo y de creación de riqueza y se convierten en una pesada carga. Esta misma semana, unos metros de la muralla medieval de Zaragoza se han venido abajo a pesar de las advertencias ciudadanas. Ya se sabe: las asociaciones de vecinos son quejicosas por naturaleza y los medios de comunicación tienden a la hipérbole. El abandono de algunos de nuestros tesoros culturales se puede achacar a la falta de medios económicos, por supuesto, pero también a una gestión inadecuada. El aragonés José Francisco García acaba de ser nombrado director general de Patrimonio Cultural en el ayuntamiento de Madrid. Llega a ese cargo desde la dirección de la Fundación Uncastillo, donde ha dado sobrado ejemplo de lo mucho que se puede hacer con recursos escasos.
Heraldo de Aragón - 07/04/2013


lunes, 1 de abril de 2013

En una burbuja

Se empieza vetando la entrada de los ciudadanos a las Cortes, con la excusa de salvaguardar el orden público, y se termina laminando cualquier tipo de crítica por moderada que esta sea. Leo que el PP y el PAR planean cerrar la tribuna de público en el parlamento aragonés cuando sus señorías prevean la celebración de plenos conflictivos. No salgo de mi asombro. Resulta evidente que la crisis económica y todas sus derivadas han provocado un aumento del malestar social. Es inevitable que el descontento llegue a las puertas de las Cortes, donde se supone que reside la soberanía popular, y que en ocasiones este se exprese con alguna vehemencia desde los asientos de invitados. Nada serio. Ninguno de los incidentes que se han producido en la actual legislatura justifica la adopción de una medida restrictiva de esa naturaleza. Su aplicación produciría una notable pérdida de calidad democrática, de la que no andamos muy sobrados: más seguridad y menos justicia. Los diputados están a salvo de las amenazas que penden sobre las cabezas de los ciudadanos, puesto que no sufren eres, despidos improcedentes, prejubilaciones forzosas o graves restricciones salariales. Unos cuantos gozan de dietas suculentas y todos tienen la posibilidad de comer más barato y mejor que los chavales en los comedores escolares. Pues bien, algunos de ellos pretenden además insonorizar el salón de plenos para que no llegue hasta allí el ruido de la calle. Quieren vivir en una burbuja, que los aísle y los proteja de aquellos a los que dicen representar. 
Heraldo de Aragón - 31/3/2013