Heraldo de Aragón - 14/04/2013
lunes, 15 de abril de 2013
Herencias
En vísperas de los funerales de Estado que se celebrarán el
miércoles en Londres, y puestos a analizar el legado de Margaret Thatcher,
estoy con la minoría del 34% de los británicos que creen, según una encuesta
publicada por ‘The Guardian’, que no fue una buena dirigente política. El
tatcherismo ha trascendido los once años de gobierno de la Dama de Hierro y ha
impreso una huella ideológica profunda, que puede rastrearse hoy en las
políticas neoliberales, tan florecientes. Es cierto que Thatcher sacó a su país
de la parálisis económica en que se hallaba inmerso, pero lo hizo a costa de
dividirlo, de generar profundas brechas sociales y de laminar servicios
públicos que deben estar en la base del Estado del bienestar. Exactamente lo
mismo que hacen ahora las élites políticas europeas, con la excusa de acabar
con la recesión, y cuyos resultados se traducen en un progresivo
empobrecimiento de las clases medias y bajas del Viejo Continente. La filosofía
política que inspiró algunas de sus más conocidas actuaciones –aquella polémica
«poll tax», la reforma fiscal que pretendía gravar las rentas más bajas y que
generó disturbios en 1990– ha vuelto, traída en volandas por la globalización,
para quedarse durante mucho tiempo. El periodista Joaquín Estefanía ha hablado
esta semana en Zaragoza de la economía del sufrimiento. En ello estamos. Por
eso, frente a los valores que representaba Thatcher, me quedó con el humanismo
que defendió José Luis Sampedro, fallecido también el pasado lunes.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario