lunes, 27 de mayo de 2013

Emergencia

Enzo Vizcaíno, un joven licenciado en Periodismo, decidió un día bajar al metro de Barcelona, cantar su currículum acompañándose con un ukelele, grabarlo y subir la pieza a YouTube. Su iniciativa ha arrasado en la red, ha sido noticia en los medios de comunicación y gracias a ella Enzo acaba de conseguir trabajo como guionista en un programa de televisión. Esta pequeña historia nos describe el espíritu emprendedor y la imaginación de su protagonista, que decidió no resignarse ante las dificultades. Pero también refleja bien a las claras el gravísimo problema que tiene este país, en el que la tasa de desempleo juvenil llega al 57%. Buscar trabajo ha dejado de ser un proceso normalizado en el devenir personal de cualquier ciudadano. Los más de tres millones de jóvenes que tratan de encontrarlo han de hacer piruetas en el aire, como si no fuera un derecho constitucional. También Nuria Martí ha sido noticia estos días. Forma parte del equipo científico de la Universidad de Oregón que ha logrado (o eso parece, hay una polémica con unas fotografías del estudio) la clonación de células madre embrionarias. Nuria viajó a Estados Unidos tras ser despedida del Centro de Investigación Príncipe Felipe de Valencia, poniendo en práctica eso que la ministra de Empleo, Fátima Báñez, llama «movilidad exterior» y que no es otra cosa que la pérdida continuada de nuestros jóvenes talentos por falta de oportunidades interiores. Ojalá funcione el plan contra el paro juvenil que ultiman Alemania, Francia y España.   
Heraldo de Aragón - 26/05/2013


lunes, 20 de mayo de 2013

Lamerse las heridas

Recordarán que el último barómetro del CIS, correspondiente al mes de abril, volvió a poner de manifiesto el efecto demoledor que la situación económica tiene sobre la credibilidad de la clase política. Los ciudadanos la sitúan entre los principales problemas del país (en cuarto lugar, tras el paro, la corrupción y los asuntos económicos) y los partidos obtienen la peor nota (1,83 sobre 10) de una lista de instituciones en la que solo aprueban la Guardia Civil, la Policía y las Fuerzas Armadas. Los políticos pueden, de este modo, seguir lamiéndose las heridas, lamentando la injusticia de una descalificación generalizada o contraatacando con aquello de que, en todo caso, la sociedad tiene los dirigentes que se merece. No deberían, sin embargo, extrañarse de los desaires continuados que sufren en las encuestas oficiales. Existe una larga lista de motivos para ello, empezando por su incapacidad para dar respuesta al creciente agobio de una sociedad asfixiada por la crisis o para pactar acuerdos que faciliten la salida del atolladero en que estamos. Lo que el ciudadano ve cuando se socializa la culpa de lo ocurrido es que el cielo se desploma sin remedio sobre su cabeza, mientras los responsables de las instituciones parecen vivir a salvo de los agobios que causan la deuda y los recortes. Cuando la clase política suspende barómetro tras barómetro, es porque buena parte de ella se comporta, a ojos de los encuestados, como valedora de los poderosos frente a una cada vez más depauperada clase media.  
Heraldo de Aragón - 19/05/2013

lunes, 6 de mayo de 2013

Superchería

Fue hace una eternidad cuando caímos en la cuenta de que la crisis había venido para quedarse y de que no saldríamos de ella ni fácilmente ni sin que se produjeran algunos estragos sociales, que no imaginábamos tan severos. Nos gobernaba Merkel y Rodríguez Zapatero ocupaba la Moncloa, cuando comenzaron a oírse voces que defendían la necesidad de un pacto de Estado como el método más eficaz para recuperar la senda del crecimiento. Pero no estaba el horno ideológico para los bollos del consenso, porque ni los socialistas reconocían aún las enormes debilidades de nuestro sistema ni los populares encontraban mejor manera de hacer política que dar palos al Gobierno en las espaldas de los ciudadanos. Era la época en la que Zapatero no veía más allá de sus narices y aquella en la que un exultante González Pons aspiraba a generar tres millones y medio de empleos porque, según contaba sin parar, el Partido Popular era «especialista en resolver crisis económicas», estaba «superespecializado en crear puestos de trabajo». Ya se ha visto cuánto: a pesar de la mayoría absoluta de Rajoy, no hay rastro de crecimiento y el desempleo, cada vez mayor, se ha convertido en una pesada losa que lastra la salida de la recesión. En estas circunstancias, y justo cuando el último barómetro del CIS nos advierte de la quiebra del modelo de Estado, vuelve a plantearse la necesidad de alianzas. Pero las llamadas de los partidos al concierto son mera superchería. ¿Alguien imagina hoy a los responsables políticos de este país cediendo posiciones ideológicas para alcanzar un mínimo punto de encuentro?
Heraldo de Aragón - 05/05/2013