lunes, 5 de agosto de 2013

Pobre resultado

Toda la responsabilidad política derivada del caso Bárcenas puede resumirse en dos de las frases solemnes que Rajoy pronunció el jueves. Una, sorprendente por inesperada en su primera parte: «Cometí el error de creer a un falso inocente, pero no el delito de encubrir a un presunto culpable». Y otra, rotundamente previsible: «No voy a dimitir y no voy a convocar elecciones anticipadas». En esto se sustancia uno de los casos de corrupción más sonados de la vida política española. Rajoy acudió al debate del Congreso en el Senado movido por dos urgencias: la de hacer frente a los daños que este escándalo causa a la imagen exterior de España en plena lucha por salir de la recesión y la de devolver la calma a su partido, muy tocado por las revelaciones de Bárcenas, especialmente por la historia de los SMS. El empuje parlamentario del presidente ha servido, al parecer, para conseguir este último objetivo, pero ninguna de las dudas que existían antes han quedado despejadas: se mantienen las mismas sospechas sobre la financiación ilegal del Partido Popular durante las dos últimas décadas y sobre el cobro de sobresueldos en negro por parte de destacados dirigentes populares, incluido el propio Rajoy a pesar de su rotundo desmentido. Lamentablemente, el debate ha confirmado la ruptura de relaciones entre el PP y el PSOE cuando más falta hacen los pactos y ha dejado flotando en el aire la idea profundamente desestabilizadora de que la corrupción política no tiene remedio en este país.  
Heraldo de Aragón - 04/08/2013 

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