Heraldo de Aragón - 24/2/2013
lunes, 25 de febrero de 2013
Los nuestros
Garcin, uno de los personajes de 'A puerta cerrada', la obra
de Jean-Paul Sartre, reflexiona en el averno sobre la ausencia de fuego y demás
parafernalias características de ese lugar y pronuncia la frase que ha pasado a
la historia del pensamiento: «Qué broma. No hay necesidad de parrillas; el
infierno son los otros». Puede bien, en estos tiempos de incertidumbres más o
menos existencialistas parece que el infierno está también en uno mismo,
especialmente cuando hablamos de política. Considerado como una unidad,
podríamos concluir que un partido se halla en conflicto únicamente con las
demás fuerzas políticas. Pero resulta que, muy a menudo, el enemigo se
encuentra agazapado en el interior de cada una de ellas. Lo dijo Rodolfo Martín
Villa en 1996, en vísperas de la primera victoria del Partido Popular en unas
elecciones generales: «Cuerpo a tierra que vienen los nuestros». Esta semana,
al tiempo que hemos asistido al juego floral del debate sobre el estado de la
nación —esa retahíla de frases efímeras
desmentidas enseguida por las nada halagüeñas previsiones de la Comisión Europea —
han saltado nuevas noticias acerca de las estrechas relaciones que Bárcenas ha
mantenido con el PP hasta hace cuatro días. La «cuenta analítica» que registró en
diciembre ante un notario confirma lo que ya sabíamos: que la mirada del
extesorero cosifica a Rajoy. El líder del PSOE, por su parte, se cosifica él
solo. No son necesarias las cavilaciones del filósofo francés para concluir que
Pérez Rubalcaba es un político amortizado.
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