miércoles, 2 de enero de 2013

De balances y previsiones

El balance de fin de año que el pasado viernes desgranó Mariano Rajoy en rueda de prensa se parece un poco a aquellos ejercicios espirituales que algunos vivimos en nuestra primera adolescencia, cuando se nos conminaba a reflexionar sobre las oscuridades del alma y las miserias de la vida. Algo así como que venimos de una sombría herencia política y económica, que los daños colaterales han sido inevitables y que transitaremos todavía 2013 por una senda de sangre, sudor y lágrimas, antes de que comencemos a notar alguna mejoría, a ver la luz tal vez hacia la segunda mitad del año. El mensaje del presidente ya no tiene nada que ver con aquel cuento de la lechera que nos endilgó cuando aspiraba a ocupar el palacio de la Moncloa. Sin embargo, tanto el toque a rebato de su actual discurso como su amortiguado intento de insuflar algún ánimo en la decaída moral ciudadana caen sobre una sociedad muy fatigada. Ni Rajoy es aquel mirlo blanco de la política que iba a arreglar las cosas en un visto y no visto ni están estas para soluciones milagrosas. Declina 2012 y el nuevo año se presenta con una crisis sistémica en pleno apogeo y unas previsiones de los organismos internacionales para la economía española poca o nada optimistas. Tan mal vemos el panorama, que confiamos en que Merkel haga caso a Lagarde (la misma que acaba de dilapidar una pasta en el ágape navideño de los funcionarios del Fondo Monetario Internacional) y relaje los plazos de cumplimiento del déficit fiscal. Aún les tendremos que estar agradecidos.
Heraldo de Aragón - 30/12/2012

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