lunes, 22 de octubre de 2012

La carga de la austeridad

Lanza al aire de otoño un tertuliano de radio una pregunta casi metafísica: ¿servirán de algo los sacrificios que están haciendo los ciudadanos? Es oportuna la pregunta, porque con las idas y venidas de la unión bancaria, del rescate sí o no, de las fluctuaciones de la prima de riesgo y de las políticas de contención del déficit parece que hemos olvidado a las personas. Y hay mucha gente que lo está pasando mal. Basta con echar un vistazo a los datos, cada vez más alarmantes, de la crisis que se cronifica en nuestro país: por encima de los cinco millones y medio de parados, el fuerte incremento de la tasa de pobreza infantil, las cifras récord en el número de desahucios, los jóvenes sin empleo. ¿Si servirán de algo los ajustes? A muchas de las personas que forman parte de esos colectivos, para nada. O mejor dicho, para descender unos cuantos escalones en su estatus social, para entrar en el camino, casi siempre sin retorno, de la exclusión. Ban Ki-moon, el secretario general de las Naciones Unidas, advertía no hace mucho sobre el peligro de cargar los efectos de la austeridad sobre las espaldas de los más necesitados. A juzgar por lo que está ocurriendo, sobre ellos recaen principalmente. El incremento del malestar en la calle corre en paralelo al aumento de las diferencias sociales, porque las clases medias de este país le han visto las orejas al lobo y temen deslizarse por la pendiente, a la par que se desmantela el Estado del bienestar.  
Heraldo de Aragón - 21/10/2012

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